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martes, 6 de enero de 2015

¿Alba u ocaso?

Aquél no era un sábado cualquiera, era sábado de sábado, de esos que se eligen para hacer limpieza y tocaba desván, nada más y nada menos.
No era tarea a realizar cada primero de mes y cientos de cajas se iban amontonando a la entrada, espaciándose a medida que llegabas al fondo, dejando marca de la última limpieza, poniendo la línea de "hasta aquí llegué la otra vez".
No era una tarea que Marta hiciera con agrado, montones de trastos viejos y libros ya leídos que acumulaban capas y capas de polvo, que a la sazón no le ayudaban a mejorar su alergia.
Pero alguien tenía que hacerlo y todos parecían tener algo mejor a lo que dedicar su tiempo, Luis había quedado, Marcos estaba de vacaciones y no movería el culo del sillón en todo el día y Teresa tenía cita en la peluquería.
Suspiró, resignada ante su nuevo papel de madre para sus irresponsables hermanos.

Se fue hasta las estanterías del fondo, tropezando con todo a su paso. Empezaría por allí, intentaría hacer hueco a los trastos más recientes en los pocos estantes que había. 
La luz del alba entraba por el pequeño tragaluz, incidiendo y haciendo brillar débilmente, bajo la capa de polvo, una caja metálica en uno de los estantes.Parecía antigua, con un labrado impecable, la cogió sin entender por qué un objeto tan delicado estaba allí arriba, condenado al olvido.

Eran las siete y media de la tarde cuando Marta bajó las escaleras, la luz del ocaso era cada vez más tenue. El desván seguía igual de desordenado y sucio que a primera hora de la mañana. Nadie se percataría. 


- ¡Por fin! Me muero de hambre - dijo Marcos al verla entrar en la cocina.

- Hay pan de molde y embutido - contestó Marta automáticamente mientras recogía las llaves de su coche -voy a salir un momento.
- ¿Estás bien? - le preguntó Teresa.
- ¡Claro! - afirmó obligándose a sonreír, mientras escondía la pequeña caja en su chaqueta.

El río bajaba caudaloso, Marta sacó la caja metálica y se tomó un minuto para volver a mirar el hallazgo del desván, como si las horas que había pasado mirando fijamente aquellos documentos no hubiesen sido suficientes.

Las aguas turbias tragaron en un segundo su partida de adopción, las fotos en las que ella, aún bebé, era entregada por una monja a sus nuevos padres y el documento que se mofaba de ella mientras exhibía en grandes letras " No procede", en la línea de puntos dónde debía figurar el nombre de su auténtica madre.

Nadie notó ni preguntó nada a su regreso a casa, nadie comprendió su marcha tres días después, nadie entendía nada. Pero ella..., ella en un segundo lo había comprendido todo.



4 comentarios:

  1. Muy buen relato mostrando como se puede contar una historia tremendamente difícil llegando a un final que si bien parece incierto para el lector deja bien en claro la decisión de la protagonista. Excelente

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  2. Precioso y sensible relato, María. Muchas veces me he planteado qué sentiría yo si descubriese que soy adoptada, y la verdad es que no tengo ni idea. Pero de lo que estoy segura es de que es una noticia trascendente para el interesado... Un gran tema el que has elegido :)

    Un beso de Año Nuevo!

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    Respuestas
    1. Gracias Julia, por suerte tampoco sé qué sentiría ni qué actitud tomaría... obviamente ha sido un ejemplo, hay muchas situaciones ( no tan trascendentales) que remueven algo por dentro y cuando el cambio empieza, ya no hay marcha atrás.
      Espero que este año que entra te traiga, al menos, un saco de metas que alcanzar. Te mereces lo mejor, un besote.

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