Era la primera vez que Audra veía el mar.
Sus padres adoptivos, siempre se habían negado a recorrer los seiscientos kilómetros que la separaban de la costa.
Hoy, con veintitrés años recién cumplidos, disfrutaba por primera vez de esa imagen maravillosa. El mar tenía en ella un efecto hipnótico.
Dos pasos y las olas rozaron las puntas de sus pies descalzos. Un éxtasis la envolvió.
Una extraña melodía surgió de lo más profundo de sus entrañas. No podía, ni quería parar.
Una veintena de barcos, lejanos en el horizonte, cambiaron su rumbo, acercándose peligrosamente a la costa.
Consciente por primera vez de su poder, alzó los brazos al cielo y el nombre con el que fue bautizada, cobró un nuevo significado.
Audra se desató.
El mar es mágico y poderoso. Buen relato. Éxitos +María Diz!
ResponderEliminarGracias Mery. Un abrazo
EliminarEstaba destinada.....como Rafael Alberti!!! Buenísimo María. Un abrazo
ResponderEliminarSi Ana Lía, puedes huir, evitarlo, pero no por mucho tiempo. Nuestra cruz o nuestra estrella siempre nos acaba encontrando. Un beso
EliminarQué giro tan inesperado y original da el relato hacia el final, nunca hubiera esperado algo así. Te quedó genial, enhorabuena!
ResponderEliminarUn beso.
Gracias Julia. Un beso
EliminarHola María.
ResponderEliminarMuy buen micro, que da para más.
Excelente.
Un gran abrazo.
No lo descarto Lucía, a lo mejor acaba creciendo. Un beso
EliminarDespierta el interés, deseas saber más, un tema interesante, me ha gustado
ResponderEliminarMuchas gracias Paola, como le decía a Lucía, no descarto ampliarlo. Un abrazo
EliminarTremendo final. Era inevitable, era su destino.
ResponderEliminarAbrazo, María.
Gracias Federico. Un abrazo.
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