Patricia los veía, se escondían en el gran helecho, cerca de la verja. Hoy iba decidida a cazar.
Haciéndose la despistada
se sentó en la base de la planta, tan cerca como le permitía el
denso follaje.
Un rápido movimiento a su
derecha y su mano se alzó como un muro, parando en seco la
recién emprendida carrera del pequeño ser.
–¿Qué eres y a dónde
ibas tan rápido?–preguntó llena de curiosidad.
La mirada del ser se desvió
hacia la casa de al lado, donde la vecina recogía el correo. Su rostro se tensó, no eran buenas noticias.
–Soy un duende e iba a
por comida. Se me ha pasado la oportunidad ¡Por tu
culpa!
–Pensé que este
helecho os alimentaba.
–Nuestra sangre es
verde, como la esperanza y de eso nos alimentamos,cuando alguien la pierde, nosotros debemos estar ahí para cosecharla.
–¡Eso es horrible!
–¿Eso crees?¡Pues
tengo una noticia que darte!
El duende hizo un
movimiento veloz, mientras Patricia sentía un dolor punzante
en el dedo.
Una gota de sangre emergió ¡Verde!
Una gota de sangre emergió ¡Verde!
La desesperación la embargó mientras su cuerpo cambiaba, viendo como la barriga del duende se abultaba.
Microrrelato participante en el concurso "Microfantasy II" organizado por el círculo de escritores.
Microrrelato participante en el concurso "Microfantasy II" organizado por el círculo de escritores.