Mi mujer no, siempre que escuchaba algo del tema, arrugaba el hocico y se quedaba muy callada.
- ¡Hoy toca sesión de cine! - dijo muy contenta cuando llegué del trabajo.
Me resigné a una comedia romántica,en el mejor de los casos, la otra opción era un romance almibarado, de los que no se cree nadie.
- ¿Has decidido qué vamos a ver? - le pregunté.
- "50 sombras de Grey"
No daba crédito, me quedé callado, con la boca abierta, totalmente desconcertado. Rosa me observaba, dubitativa.
- Bueno... es una sugerencia...si no te apetece verla, podemos ir a ver cualquier otra.
- No ,no - me apresuré a responder - Ésa está bien, es que pensé que no te interesaba.
A la salida del cine, Rosa permaneció callada.
Había estado expectante durante toda la película, sin observar la actividad que aquellas imágenes provocaban bajo mis pantalones. Llegamos a casa y su actitud no cambiaba, parecía avergonzada.
- ¿Qué te pareció la película? - le abordé el tema.
- Me... me gustó - dijo esquivando la mirada.
No esperaba menos de ella, mi Rosa, en veinte años de casados, no me había aburrido con ella en la cama ni un solo día. Me acerqué, haciendo alarde de mis dotes de seductor.
- Podríamos probar... - le dije con voz grave.
Una sonrisilla traviesa se dibujó en sus labios, mientras sus mejillas se tornaban rosadas.
- Sabía que te iba a gustar la película - me dijo casi en un susurro - y hace unos días compré algo para ti.
- Humm...¿Un látigo, una mordaza?¿Cuerdas? - le dije acercándome.
- Quédate aquí y lo traigo - me susurró, antes de entrar en nuestro dormitorio.
Mi excitación iba cada vez más en aumento, las imágenes de la película volvían a mi mente, me veía con Rosa poniéndolas en práctica. Los pantalones me apretaban y comenzaba a sudorar.
Rosa salió de la habitación, desnuda, con un collar en una mano, botas negras de tacón de aguja y...
- ¿Qué es eso? - dije horrorizado, señalando el enorme pene pegado a sus bragas.
- Es para ti.
